Como
Lulu tiene abandonado este blog, decidí "picar en punta" y comentarles mis inquietudes sobre las mujeres. Se me pasó la edad de las preguntas, tengo 26 años, cumplo 27 en agosto y se reciben regalos, y ahora, estoy en la edad de las conclusiones.
El Viernes, almorzando con L
ulu, me dijo que soy un lindo tipo (yo me considero del montón, ni muy muy ni tan tan, ni chicha ni limonada... cara común, altura media, dos ojos, una boca, etc.) y me ordenó que deje de
bagartear. Me acordé una historia con un
bagarto y quiero aconsejar a la gente (porque soy un campeón de la ética), mi deseo, es que los lectores hombres, se den cuenta y hagan justicia. Esquivar, eludir,
gambetear, amagar, enganchar para afuera, patear la pelota a la mierda, pero prevenir es más
fácil que curar y
aquí está el remedio, si la ven, corran, lejos y rápido:
De todas las clases de minas que he conocido en mi vida (no son muchas, risas de los lectores por favor), hay una que no llega siquiera a ser un bajón, directamente, es broza. O sea, no sería la carne del asado ni siquiera la verdura a la parrilla; sino el residual del carbón, el papel y la madera consumidos totalmente por el fuego.
La dama en cuestión, además de coger mal y poner cara de actriz de
película pornográfica coreana (digamos achinando los ojos y sacando trompa con la boca) cuando agarra una chota, tiene muchas cosas que me revuelven el estómago y me hacen vomitar.
Una de las
características que me hacen largar hasta bilis (y las ganas de
empomar), es la de tener
ubérrima y máxima
fé en su buen gusto y criterio para todas las cuestiones de su vida. Creen que pueden dar un consejo a Benedicto para su próxima encíclica y
confían en su buen gusto para escuchar música, vestirse (lo peor es que suelen utilizar harapos comprados en
outlets de B
ernal y M
unro cada fin de mes), comida (suelen criar panza cual chinchilla enjaulada y comen como beduinos -después de jornadas interminables en el desierto-en
sushi club pidiendo acceso libre a los
rolls que devoran con fruición perdiendo de vista a su interlocutor que mira con cierto asombro y escepticismo de la situación en la que se encuentra).
Lo que sin dudas, me altera más, es cuando la mina da un consejo. Un día, le pregunte a uno de estos
especimenes acerca del sexo
tántrico, a lo que me respondió: "Si lo
querés practicar, vas a tener que modificar tu
hábito alimenticio".
Además de
reirme hasta que tosí como el coco
basile y me puse rojo cual tomate, me dieron ganas de preguntarle si cree que tiene una silueta privilegiada (recordemos su buen gusto,
glamour y... acabo de vomitar en el baño, peor era cagarle el baño a lulu y salir rojo con cara de fuerza diciendole que me siento mal pero que en ambito financiero dice que subió el MERVAL) y si considera que su "habito alimenticio" a base de pan, porotos, canelones
provoleta y coca cola es el adecuado practicar el sexo
tántrico.
Si una gorda le quiere hablar con solemnidad, por favor corra. No pierda el tiempo y mucho menos, pague algo más caro que un morcipán en la estación de tren de Alejandro
Korn.